De la montaña a Andalucía
Rememorando el camino de Cantabria a Andalucía
El Camino Jándalo “de la montaña a Andalucía” es una experiencia de ocio cultural concebida para rememorar la historia de nuestros antepasados conectando con nuestros familiares y descendientes para destacar sus valores, su valentía, esfuerzo y sacrifico, mostrando la huella de su influencia en la ciudad de Cádiz y su provincia así como el reconocimento a personajes ilustres de la historia reciente en toda Andalucía.

Debemos comenzar definiendo el significado de la palabra “Jándalo” como el montañés que emigraba a Andalucía en busca de trabajo, y volvía a su pueblo natal habiendo adquirido las costumbres, modo de vida, e incluso la pronunciación andaluza.
Para entender este fenómeno migratorio debemos situarnos en el momento posterior a la Reconquista cuando Fernando III El Santo y Alfonso X El Sabio pusieron en práctica políticas de repoblación desde los valles de Cantabria generando un importante flujo de montañeses a Andalucía y más particularmente hacia la provincia de Cádiz. El norte verde era pobre en el Medievo, y la Andalucía cristiana estaba en pleno progreso; no digamos tras el Descubrimiento de América. En el siglo XIX se acentuó esa emigración y empezó a sonar, en la Montaña castellana, en lo que hoy es Cantabria, la palabra jándalo, de etimología no clara del todo. Podría ser una referencia zumbona a la jota dulce y típicamente andaluza que aquellos emigrantes de ida y vuelta habían incorporado. Montañeses de Cádiz…
Un experto como el académico de la Real de Gastronomía, Ismael Díaz Yubero, ha explicado así el origen de la historia: «Fue Fernando III El Santo, quien, al iniciar la tarea sistemática de la conquista del valle del Guadalquivir, allá por la mitad del siglo XIII, abrió a los cántabros los horizontes del sur de España, al requerir su concurso de experiencia marinera en tan grande empresa. Los cántabros o montañeses conocieron allí y exportaron a todos los rincones de la península el aceite de oliva y en paralelo fueron afianzándose como taberneros y después como gerentes de las tiendas de ultramarinos».
La conquista de América convirtió a ciudades como Cádiz y Sevilla en la puerta al nuevo continente, un foco de riqueza emergente, de comercio y de transacciones de todo tipo, haciendo que emigraran muchos jóvenes montañeses a Andalucía en busca de fortuna. Eran muy bien valorados y aunque en un principio llegaban sin saber leer ni escribir, con el tiempo fueron adquiriendo un mínimo nivel educativo, aprendiendo a leer, escribir y algo de números. El éxito de la casa de contratación del puerto de Cádiz, comandada por cántabros, propició el esplendor del comercio con América.

A los jóvenes montañeses de corta edad, entre 12 y 14 años, se les puso el apelativo de “chicucos” y sin más equipaje que lo puesto buscaban una oportunidad para trabajar y aprender el oficio en la tienda de un familiar o vecino, con los que su padre previamente había llegado a un acuerdo. Para la familia era una doble ventaja, además de dar la oportunidad de aprender un oficio a su hijo era una boca menos que alimentar. Los jóvenes comenzaban siendo recaderos y con el tiempo pasaban a ser dependientes, más tarde encargados para finalmente convertirse en dueños del negocio.
Las intenciones iniciales del emigrante pasaban por una estancia corta, lo imprescindible para hacer dinero y regresar a casa, al pueblo, donde poder poner un negocio. La mayoría no contemplaba una emigración permanente, que, sin embargo, sí se rubricó en muchos casos, sobre todo cuando acompañaba el éxito o se formaba una familia en el destino.

Los jándalos afincados propiciaban la llegada de otros conocidos o familiares al mismo tiempo que se afianzaba la especialización comercial de los montañeses. Por un lado, al frente de ‘tiendas de ultramarinos’ que todavía a día de hoy, los gaditanos siguen usando la expresión ‘voy al chicuco’ para referirse a ‘hacer la compra’; por otro, las denominadas ‘tiendas de montañés’, que eran lo que entendemos como bodegas-bares, y de ahí proviene esa frase popular «echa vino montañés», extraído de:
Echa vino montañés
Del romance ‘Diligencia de Carmona’ de Fernando Villalón.
que lo paga Luis de Vargas,
el que a los pobres socorre
y a los ricos avasalla.

Los jándalos forman parte de la gran historia del vino de Jerez como viticultores y bodegueros. Hay quien asegura que no se es bastante jerezano si no se tiene o no se guarda algo de montañés. Para comprender el alcance de la influencia en los vinos de Andalucía debemos analizar los apellidos de raíz hondamente montañesa de grandes familias bodegueras, descendientes de modestos ‘chicucos’, empleados de bodegas, que habían progresado hasta gestionarlas y crear las suyas propias: Bustamante, Argüeso, Cevallos, Alvear, De La Riva, Sánchez Romate, Sánchez de Movellán, Soto, Castañeda, Terán, Obregón o Collantes.
Algo que los jándalos desarrollaron en los siglos XIX y XX fue la conciencia grupal, formaban gremios o hermandades, «la distancia les empujaba a unirse», hasta el punto de convertirse en grupos de presión influyentes. Con la aparición de los partidos políticos en el siglo XIX buscaban el apoyo de sus grupos, lo que propició que numerosos montañeses promocionarán al cargo de concejal o de alcalde.
Elementos aglutinadores de esta fortaleza en el tejido social andaluz son los “Gremios de Montañeses” dueños de tiendas y tabernas, lo que dió lugar a la creación del Centro Cántabro, fundado en el año 1913 como consecuencia de la necesidad de contar con un servicio propio de carácter asistencial y social, ya que por entonces no existía ningún sistema de protección para patronos y trabajadores. Los fines fundacionales fueron los de «estrechar los lazos de unión, fomentar los ratos de solaz e instrucción, la defensa de los bienes naturales y la creación de una Casa de Salud para la asistencia gratuita de los socios». En la asamblea de constitución, celebrada el 3 de abril de 1913 en la sede de la calle Sagasta, se acordó que podían asociarse «todos los naturales de la provincia que fuesen dueños o dependientes de comercio dedicados a comestibles, bebidas o similares», al tiempo que se formaban tres categorías: los socios de primera, que eran los dueños o arrendatarios de los establecimientos; los socios de segunda, aquellos dependientes que desempeñaran sus servicios en los mismos, y los socios de tercera, la que integraban los ‘chicucos’.
Los vínculos de Cantabria y Andalucía también ponen de manifiesto la faceta artística. A medida que las fortunas de los jándalos se incrementaba, se impulsaba la construcción de edificios tanto en las poblaciones andaluzas como en los pueblos de origen. Muchas de las casas palaciegas de Cádiz eran de montañeses. Jerez es muy montañés, pero también tenemos buenos ejemplos en otras localidades desde Chiclana de la Frontera y el Puerto de Santa María hasta en la misma Sevilla capital. Se trata de construcciones de todo tipo, desde bodegas a edificios religiosos, obras públicas o cortijos. También en el urbanismo hay huellas, como en el nombre de calles o avenidas, que recuerdan a la toponimia de Cantabria.
Los dos hitos más recientes de construcciones cántabros en Andalucía, son el mercado de Cádiz, obra de Carlos de Riaño, y el puente de la Barqueta para la Expo Universal de Sevilla, diseñado por Juan José Arenas.
Es destacable el impacto de los cántabros en la cultura gaditana con la implicación en los carnavales, en las hermandades religiosas, y ser el origen de la seguridad social actual con la creación de las mutuas por Montañeses o la creación del primer sindicato de España por Montañeses. La conciencia de grupo no entorpece la integración en lo más profundo de la sociedad andaluza: «Se hacen más andaluces que nadie, construyen palacios neoárabes y se integran incluso en instituciones como los hermanos de Jesús del Gran Poder o de la Macarena, en Sevilla. Además de Las bodegas de Sanlúcar, Puerto de Santa Maria, Chiclana con más 300 años de historia y de origen cántabro, siguen siendo dirigidas por su cuarta generación de cántabros.
Entre tanto, los jándalos que regresaban orgullosos a su tierra lo hacían en verano, generalmente por el día de San Juan. Antes de la implantación del ferrocarril, la escena costumbrista los retrataban a lomos de un caballo, elegantemente vestidos, con faja, al estilo andaluz y «ceceando». También se dieron casos de quienes, tras volver con la intención de cerrar una etapa en su vida, se gastaron rápido la fortuna, lo que les obligó a hacer de nuevo las maletas camino del Sur.
Es indudable la huella que dejaron los Jándalos a su vuelta a Cantabria, como la construcción de El Colegio de los Escolapios de Villacarriedo, La iglesia y colegio de Cóbreces, el actual ayuntamiento de Cabezón de la Sal, El Cristo de Limpias, El antiguo Seminario de Comillas (ahora Universidad Pontificia de Comillas), etc, etc…un sinfín de casos de cántabros que NUNCA se olvidaron de su tierra tras emigrar forzosamente a la Bahía de Cádiz, y aportar a sus aldeas o pueblos parte de sus ingresos. (Texto extraído del libro: Cádiz, cuna de cántabros ilustres – Alberto Arsuaga Solís)
En 1941, después de que la Guerra Civil y la posguerra provocaran una grave crisis y al ser muy acusada la pérdida de socios, el Centro abandonó su carácter benéfico y asistencial y pasó a convertirse en lo que es en la actualidad, una sociedad de carácter deportivo, recreativo y cultural. Las dificultades económicas obligaron a la venta de una parte de los terrenos, quedando reducida la superficie original de más de 3.000m2 a los actuales 1.700m2. En el año 2001, afectado el inmueble por el PGOU de la ciudad, fueron derribadas las viejas instalaciones, dando origen a una sede moderna, amplia y funcional, gracias al esfuerzo y el trabajo personal del Presidente del Centro Cántabro D. Félix Obregón Gutiérrez, con el apoyo de Dña.Teófila Martínez, natural de Santander, quien fuera alcaldesa de Cádiz durante y actual presidenta de la autoridad portuaria de la Bahía de Cádiz, así como la inestimable ayuda del Gobierno de Cantabria.
Un dato final, en el actual censo de la bahía de Cádiz, el cántabro ocupa un 30% de la población de la misma (sobre 600.000 hab), este dato es muy significativo puesto que en el siglo XVIII ese dato era el doble. (Texto extraído del libro: Cádiz, cuna de cántabros ilustres – Alberto Arsuaga Solís)
“Jándalo” era la forma en que los montañeses llamaban a los andaluces, intentando imitar la forma de pronunciar la palabra “andaluz”.
Jándalos ilustres
Desde Francisco Pacheco, maestro de Velázquez y descendiente de montañés, hasta el padre del expresidente del Gobierno Felipe González, tratante de ganado originario de Rasines, han sido muchos los montañeses que han escrito páginas de una historia común y entrelazada.
Aramburu-Zabala y Soldevilla hacen referencia a los marqueses de Comillas, a quienes se levantaron sendos monumentos en Cádiz. Una parte de sus inversiones se canalizaron en esta región, donde tuvieron familiares. En Utrera fue decisivo el papel de Clemente de la Cuadra y en Sevilla la antigua Casa de la Moneda, antigua fábrica de Artillería, fue comprada por un montañés, Lavín y Marañón, que había estado en América y urbanizó y dio nombre a todas las calles de la zona.
“En este año 2024 la Casa de Cantabria de Cádiz – Centro Cántabro celebra 111 años desde su fundación. En este año tan especial para nosotros, quisiéramos compartir con todas las Casas de Cantabria nuestro júbilo rememorando el camino que recorrieron nuestros familiares hasta llegar a Cádiz mostrando la huella imborrable de los jándalos en esta bella ciudad de Andalucía”.